Pero el hecho revolucionario, que ha generado la histórica toma de Talara y deberá generar otras acciones que el pueblo peruano reclama inútilmente desde hace, infinidad de años, conlleva una obligación que los militares que han capturado el poder no deben escamotear: el retorno a la fuente de la soberanía, al voto popular. Es indiscutiblemente al pueblo; a los peruanos todos, civiles y militares; alfabetos y analfabetos, a quienes les corresponde decidir su futuro. Deben ser ellos los dueños de su destino como nación. En este punto no tenemos ninguna discrepancia con los partidos y grupos que reclaman elecciones. No concordamos, sin embargo, en el modo y la oportunidad de convocar al voto ciudadano. Para nosotros, y creemos que para la inmensa mayoría culta del país, la Constitución del 33 y el disparatado régimen parlamentario actual, no responden a la realidad nacional. Tampoco, tienen nada que ver con nuestra idiosincrasia la mayor parte de los mecanismos administrativos. Toda la estructura del Estado peruano no es sino ridículo remedo de sistemas europeos. ¡Y ya obsoletos en sus lugares de origen! Sería torpeza sin nombre, pues, retornar al ordenamiento anterior al tres de octubre; liquidado por sus incorregibles errores, por la complicidad inherente a la duplicidad de funciones entre Ejecutivo y Parlamento, entre Senado y Cámara de Diputados, y por "el acto impío del suicidio" cometido por los políticos de una mayoría gestada en los salones de palacio a contrapelo del mandato popular, ¡No seamos nosotros suicidas volviendo a un sistema que permite a los dirigentes concertarse entre ellos a espaldas de los deseos del pueblo! ¡Sentemos las bases de un Estado moderno donde el pueblo tenga la oportunidad de ser censor constante de sus gobernados por medio del plebiscito o referéndum! Para ello es necesario comenzar por una Constituyente, en la que el pueblo debe dejar sentir su voz y de la que debe partir una nueva estructura legal. ¡Pensemos en hacer patria, no en ganar engañosas elecciones!
La verdad nunca se apaga
La columna vertebral de todo medio de comunicación la constituyen sus editoriales, es decir los principios y opiniones que sustentan y defienden sus editores. En el caso de “Oiga”, la sección editorial tuvo siempre una expresión clara y rotunda, no solo enjuiciando sino dando alternativas. La búsqueda de los ¿por qué? Siempre preocuparon a Igartua y sus colaboradores, sin dejar de lado –por supuesto- el ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde? y ¿cuándo? que configuran al buen periodismo. Las palabras, como las promesas, suelen ser efímeras en boca de algunas personas; los editoriales de Oiga, en cambio, permanecen aún incólumes, vigentes, con la plenitud de su carga testimonial para incomodidad de muchos protagonistas de la escena política, porque si bien Igartua ya ha muerto su palabra aún vive.
FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA
sábado, 14 de febrero de 2009
FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL – “ANTES QUE ELECCIONES, CONSTITUYENTE” – Revista Oiga 11/10/68
Pero el hecho revolucionario, que ha generado la histórica toma de Talara y deberá generar otras acciones que el pueblo peruano reclama inútilmente desde hace, infinidad de años, conlleva una obligación que los militares que han capturado el poder no deben escamotear: el retorno a la fuente de la soberanía, al voto popular. Es indiscutiblemente al pueblo; a los peruanos todos, civiles y militares; alfabetos y analfabetos, a quienes les corresponde decidir su futuro. Deben ser ellos los dueños de su destino como nación. En este punto no tenemos ninguna discrepancia con los partidos y grupos que reclaman elecciones. No concordamos, sin embargo, en el modo y la oportunidad de convocar al voto ciudadano. Para nosotros, y creemos que para la inmensa mayoría culta del país, la Constitución del 33 y el disparatado régimen parlamentario actual, no responden a la realidad nacional. Tampoco, tienen nada que ver con nuestra idiosincrasia la mayor parte de los mecanismos administrativos. Toda la estructura del Estado peruano no es sino ridículo remedo de sistemas europeos. ¡Y ya obsoletos en sus lugares de origen! Sería torpeza sin nombre, pues, retornar al ordenamiento anterior al tres de octubre; liquidado por sus incorregibles errores, por la complicidad inherente a la duplicidad de funciones entre Ejecutivo y Parlamento, entre Senado y Cámara de Diputados, y por "el acto impío del suicidio" cometido por los políticos de una mayoría gestada en los salones de palacio a contrapelo del mandato popular, ¡No seamos nosotros suicidas volviendo a un sistema que permite a los dirigentes concertarse entre ellos a espaldas de los deseos del pueblo! ¡Sentemos las bases de un Estado moderno donde el pueblo tenga la oportunidad de ser censor constante de sus gobernados por medio del plebiscito o referéndum! Para ello es necesario comenzar por una Constituyente, en la que el pueblo debe dejar sentir su voz y de la que debe partir una nueva estructura legal. ¡Pensemos en hacer patria, no en ganar engañosas elecciones!